-Dastan-dije encontrando finalmente mi voz,- Mikhail es
un lobo.
No sé de dónde saqué el coraje para decírselo. Debí
haberle dicho que Mikhail siempre vivió aislado de la gente, que no era dado a
relacionarse con las personas del pueblo, pero eso sería mentir. Observé cómo
Dastan tensaba su mandíbula y sus ojos brillaban de irritación y enojo. En sus
labios de dibujó una delgada línea que los hacía desaparecer y se puso más alto
que nunca, y sus nudillos estaban tan blancos que iban a explotar. Ese minuto
de silencio absoluto demandaba que se rompiera de alguna forma. Rogaba por
dentro que pasara cualquier cosa, que me zarandeara, que me dijera que no era
cierto, que quizá lo dije para justificar mi amistad con él, pero nada de eso
pasó. Y lo cierto era, que deseaba correr sin destino alguno, escapar a otro lugar
y que no me importara nada. Pero nuevamente, eso sería mentir, contradecirme a
mí misma y no sería lo correcto. Dastan me seguiría hasta el final del mundo y
no se detendría hasta tenerme otra vez en sus brazos. He notado la manera en
que ha sido conmigo, su actitud hacía mi, su manera de hablarme y de expresarme
algún sentimiento o problema. Nunca he llegado a entender cómo se había fijado
en mi, habiendo tantas otras mujeres más atractivas y mejores que yo en todos
los aspectos; yo no era nada más que una mujer ordinaria que tenía afinidades
extrañas y no comunes. Pero Dastan no lo veía así: me miraba como si fuera el
diamante más perfecto, algo valioso, una mujer demasiado bella y
extraordinaria. Qué equivocado estaba.