-No eres real-objeté con el tono pedante que empleaba cuando sabía que tenía razón.- Si fuese así, yo estuviera despierta.
Ella rió con una risa estridente que resonó en la estación. Miré hacia los lados por si alguien estaba ahí, más solamente estábamos nosotras dos.
-Siempre lo he sido- contestó entre risas- Solo que no lo sabías.
Entonces todas mis opiniones, posturas, pensamientos y teorías sobre su existencia llegaron a mi cabeza como un golpe con el puño. Desde ese momento supe que ella tenía la razón y que yo estaba equivocada, solo que era demasiado terca para demostrarlo. No me había dado cuenta de lo hermosa que era y mi ceguera no me permitía verla en realidad. Se acercó a mí con cautela, como si tuviese temor de que me alejara y me dio un tierno beso en la frente, provocando arrancarme una lágrima sin yo poder evitarlo. En cuanto susurré su nombre, había desaparecido.
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